Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Génesis 1:26-27

¿Alguna vez ha pensado en cuán profundamente Dios le ama? Usted pudiera pasar largo tiempo considerando eso y nunca penetrar en las profundidades de
cuán intensamente Él se interesa por usted. Sin embargo, una cosa es segura:
meditar en su amor transformará su vida.
Simplemente, piense en el hecho de que el Padre lo hizo a su imagen. 
Esa fue una decisión intencional, tan importante que se repite cuatro veces en el relato bíblico. 

Lo creó con un potencial inimaginable y una valía incuestionable;
con la capacidad de tener una relación personal profunda e íntima con Él. 
De hecho, Dios quiere verter su vida en usted y obrar por medio de su persona de
maneras asombrosas, eternas. El deseo de Dios es que cuando las personas lo
vean a usted, le recuerden a Él (Mateo 5.16).
Así que, sin que importe cómo se sienta con respecto a sí mismo, abrace la
verdad: Dios le ama, anhela colmarle de su bondad y llamarle suyo (Isaías 43.1).

Señor, gracias por amarme. Ayúdame a conocerte mejor y a comprender lo que significa reflejar tu semejanza. Amén.

En su presencia… comprenda que Él le formó con profundo amor.