Vivifícame conforme a tu misericordia. La suma de tu
palabra es verdad, Y eterno es todo juicio de tu justicia.
SALMOS 119.159–160
Ya lo leyó ayer, pero vale la pena repetirlo. En Cristo, usted es amado eternamente (Jeremías 31.3), aceptado (Romanos 15.7), adecuado (2 Corintios 3.5) y victorioso (1 Corintios 15.57).
Sin embargo, a veces todo su interior se resiste a creerlo. Las circunstancias
difíciles, los recuerdos dolorosos o las palabras crueles de otros pueden hacer
que se sienta atemorizado, indigno, inadecuado y absolutamente desvalido para soportar los problemas que enfrenta.
No obstante, recuerde: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas»
(Jeremías 17.9). Las Escrituras siempre serán mucho más confiables que su
propio juicio. El enemigo, los residuos de su naturaleza de pecado o su
perspectiva limitada pueden enturbiar lo que percibe como verdad. Sin embargo,
la Palabra de Dios ha resistido la prueba del tiempo, y usted siempre puede
confiar en lo que dice.
Por consiguiente, confiésese a sí mismo a menudo que en Jesús, usted es
amado, aceptado, adecuado y victorioso. Permita que esta verdad inunde su
corazón y halle su valía en Cristo.
Jesús, transforma mi corazón completamente con tu
verdad. Amén.
En su presencia… abrace su verdad
eterna.