Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz,
Hebreos 3:7
Escuchar a Dios atentamente quiere decir estar dispuestos a oír cualquier cosa que Él tenga que decirnos. Ya sea que quiera corregirle o consolarle, reprenderle
o afirmarle, es importante que usted se concentre en Él de todo corazón.
Hacer esto no siempre es fácil. Usted tal vez esté buscando una palabra de
aliento de parte de Dios cuando más bien Él le da una palabra de amonestación.
Pero tenga cuidado: si no está dispuesto a oír lo que Él tiene que decirle, su
corazón se endurecerá al Espíritu de Dios y su necesidad de disciplina con toda
probabilidad aumentará.
Por consiguiente, al escuchar al Padre celestial, dependiendo humildemente
del Espíritu Santo, no se sorprenda cuando Él traiga a su mente asuntos de su vida que debe cambiar. No se ponga a escoger y seleccionar lo que quiere oír.
Escúchelo y obedézcalo; Él está revelándole estos asuntos para su beneficio y sanidad. Negarse a oír sus advertencias puede llevarle a la ruina.
El Salvador siempre le habla para su bien. Así que acepte lo que sea que le
diga, tanto lo positivo como lo negativo, confiando en que Él tiene en mente una
meta positiva.
Señor, abre mis oídos para que pueda oír tanto tu consuelo como tu corrección. Amén.
En su presencia… escuche todo lo que
Él tiene que decirle.
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