pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles.
ROMANOS 8:26B
El apóstol Pablo habla sobre tres gemidos presentes en el mundo: los gemidos de la naturaleza, los gemidos de la iglesia y los gemidos del Espíritu Santo. La naturaleza gime aguardando la redención. Ahora ella
está bajo el cautiverio de la corrupción, pues el pecado del hombre alcanzó por completo la naturaleza. Ella sufre contorsiones intestinales y cólicos severos.
La iglesia también gime aguardando la plena redención, cuando tendremos un cuerpo de gloria, una recompensa eterna. Pero Pablo habla aún sobre los gemidos indecibles del Espíritu. Un gemido es una expresión
de dolor tan profunda que no puede ser descrita con palabras. El Espíritu Santo es Dios e intercede por nosotros de forma tan intensa y agónica, que,
aun conociendo todos los idiomas y dialectos de todos los pueblos, de todos los tiempos, no encuentra una única lengua para interceder por nosotros, en nosotros, al Dios que está sobre nosotros. ¡Entonces, gime!
Los gemidos del Espíritu nos hablan sobre su compromiso de consolarnos en nuestro dolor, fortalecernos en nuestras debilidades, y animarnos en
nuestras angustias. Los gemidos del Espíritu nos abren el camino de una felicidad verdadera y eterna. Una vez que Él intercede por nosotros y en nosotros, con gemidos indecibles, ¡podemos cantar ahora y eternamente!
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