"El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor."
Romanos 13:10

Este versículo nos muestra la esencia de la ley de Dios: el amor. Jesús mismo enseñó que toda la Ley y los Profetas se resumen en dos mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo (Mateo 22:37-40). Cuando verdaderamente amamos, no robamos, no mentimos, no herimos, no guardamos rencor; en otras palabras, el amor nos lleva a vivir en obediencia a Dios y en armonía con los demás.

El amor del que habla Pablo aquí no es un amor superficial o emocional, sino el amor ágape, el amor de Dios, que es sacrificial, puro y constante. Es un amor que busca el bien del otro antes que el propio, reflejando el carácter de Cristo en nuestra vida diaria.

Aplicación práctica:

Examina tus relaciones: ¿Hay alguien a quien hayas herido con palabras o acciones? El amor nos impulsa a pedir perdón y restaurar relaciones.

Sé intencional en hacer el bien: Busca maneras de demostrar amor en tu familia, trabajo, iglesia y comunidad.

Reemplaza actitudes negativas con amor: En vez de responder con enojo o indiferencia, elige la paciencia, la comprensión y el perdón.


Ejemplo personal:

En una ocasión vi en un programa una persona mayor que tenía dificultades para pagar sus compras. Muchos estaban impacientes, pero una persona se acercó, le ayudó y cubrió lo que faltaba. Ese pequeño acto de amor no solo ayudó a esa persona, sino que también fue un testimonio para todos los que lo vieron. Amar no siempre implica grandes sacrificios; a veces, los pequeños gestos pueden cambiar vidas.

Reflexión:

El amor verdadero es práctico y transforma nuestra manera de vivir. Cuando amamos como Dios manda, estamos cumpliendo Su voluntad y reflejamos a Cristo en nuestras vidas.

Conclusión:

Si queremos vivir conforme a la voluntad de Dios, debemos amar genuinamente. El amor no es solo un sentimiento, sino una decisión y una acción que evita el mal y promueve el bien. Así como Dios nos ama incondicionalmente, estamos llamados a amar a los demás de la misma manera.

Preguntas para reflexionar:

1. ¿Estoy reflejando el amor de Dios en mis relaciones diarias?


2. ¿Cómo puedo demostrar más amor a quienes me rodean?


3. ¿Hay alguien a quien necesite perdonar o bendecir con amor hoy?