Y ella les respondía: “No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara;
porque en grande amargura me ha puesto el Todo poderoso”.
RUT 1:20
La familia de Noemí moraba en Belén, la “casa del pan”. Pero hubo un día
en que faltó pan en la casa del pan, y esa familia se mudó para Moab en
busca de supervivencia. En Moab encontraron la muerte, no la vida. Allí Noemí sepultó a su familia. Ahora, ella está avanzada de edad, viuda y pobre en una tierra extraña. Noemí regresó a su tierra cuando supo que Dios visitó a Belén con pan. Rut, su nuera, le mostró admirable afecto y acompañó a su suegra. Al llegar a Belén, Noemí erigió un monumento a su dolor, y cambió su nombre. Ella dijo a las mujeres de Belén: “No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso”. Noemí significa ‘feliz’, y Mara, ‘amargura’.
Contrariando el significado de su nombre original, Noemí vistió el manto de la tristeza y plantó en el suelo de su tierra natal un monumento a su desventura. Atribuyó a Dios todo aquel caudal de sufrimiento, diciendo:
“Yo me fui llena, pero Jehová me ha devuelto con las manos vacías. ¿Por
qué me llamaréis Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el Todopoderoso me ha afligido?” (v. 21). Noemí no sabía en su dolor que Dios estaba escribiendo uno de los más bellos capítulos de la historia.
Dios todavía está trabajando en su vida. No construya monumentos a su
dolor.